Algún día me iré. Será un día de lluvia en el que tome mis maletas y huya. Antes pasaré por tu casa y te diré que quiero llevarte conmigo. Entonces, si decides, nos iremos juntos y tomaremos carretera para ver amaneceres desde otros cielos, buscaremos la noche bajo un nuevo techo y oleremos el petricor de otras tierras. Nadaremos en otras aguas, en aguas cálidas y mansas que reflejan el cielo mientras la arena masajea nuestros pies cansados de andar por andar, de sentir que aunque no se tiene dirección, se debe continuar por obligación. Vamos a despertar sintiendo que el destino ya no nos persigue para devorarnos, vamos a perdonarnos y dejar de purgar karmas innecesarios, porque ya todo quedó atrás, porque las cuentas entonces habrán quedado saldadas y el dolor se irá cuando nos vea reír a carcajadas, cuando vea que hemos dejado de regar el pasto con lágrimas y nos encuentre sembrando flores en vez de minas de rencor. Un día vamos a sentir los ojos libres de llanto porque el corazón se encontrará hinchado de amor y bendición. Vamos a dejar de sentir que la ciudad y su gente nos estruja, que nos falta el aire y que el ruido nos ahoga. Conoceremos la hora de ir en busca de nuestro imperio en patrias ajenas pero libres.
Un día me voy a ir y te voy a llevar conmigo porque necesito tu voz como guía para emprender el camino y tú alma como compañera para combatir la tristeza que aún me encadena a este reino obscuro y multidimensional al que no he podido abdicar. Un día vamos a huir para salvarnos, vamos a convertir nuestras huellas en cenizas y soplaremos, porque a veces no queda más remedio que provocar el incendio desde adentro y luego soplar.
D.